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  • Foto del escritorOrlando Márquez

EL DOBLE JUICIO DE LOS AVIADORES

Actualizado: 24 may

La Revolución justifica los medios. O mejor aún, la Revolución es el medio y el fin.

Ocurrió hace sesenta y cinco años, y cuatro generaciones después pocos cubanos conocen aquel suceso. En el mismo mes de enero de 1959, los pilotos de la Fuerza Aérea de la derrotada dictadura que habían optado por no huir del país, convencidos de que no tenían motivos para ello, fueron detenidos y procesados por un Tribunal Revolucionario. El Tribunal, compuesto por oficiales del Ejército Rebelde, los absolvió por no encontrar pruebas claras contra los acusados. No fueron liberados, y horas después se constituía un nuevo Tribunal con una orden precisa: la absolución debía ser revertida.

Se han visto muchas injusticias en estas décadas, pero aquel acto, conocido como el Juicio de los Aviadores, fue el primero en evidenciar cuál sería la naturaleza del nuevo sistema judicial que se impondría: si una sanción se ajusta al hecho, pero no a los “intereses revolucionarios”, se puede emitir otra.

Sobre aquellos juicios son los siguientes fragmentos de testimonios, recogidos -junto a muchos otros- en el Informe “El Imperio de la Ley en Cuba”, preparado por la Comisión Internacional de Juristas y publicado como libro en 1962 (Impreso en Suiza – H. Studer S.A. Ginebra). Un enjundioso análisis, con datos verificados y entrevistas a testigos directos, que debería ser libro de estudio para los interesados en los orígenes del sistema judicial revolucionario, o aprender más sobre la historia cubana del siglo XX.

 

Esposa de piloto aviador

Pregunta: “¿Puede decirnos señora, el modo y las razones por las cuales su esposo fue detenido y posteriormente condenado?”

Respuesta: “Mi esposo era piloto, aviador militar del Ejército de Cuba, graduado en los Estados Unidos de América. Después de nuestra boda fuimos a España y a nuestro regreso, el día primero de enero, mi padre nos avisó temprano en la mañana que había caído Batista. Entonces él me dijo: ‘voy a la aviación para ver qué pasa’. Él no quiso irse porque no tenía motivos para hacerlo. Por tanto, siguió siendo piloto y el Gobierno lo utilizó para hacer viajes de un lugar a otro de Cuba. Cuando llegó Fidel a La Habana el 8 de enero, ellos se encontraban precisamente en uno de esos viajes, se hallaban en la ciudad de Camagüey. En esa oportunidad, Fidel les manifestó que la aviación no tenía ningún problema, pues realmente no le había causado ningún daño, pero que él había tenido que hacer su campaña para impresionar al pueblo; que los iba a utilizar porque precisamente tenía el proyecto de bombardear la Sierra, pero un bombardeo de juguetes para los niños campesinos. Incluso mi esposo voló en unión de otro piloto, Zamorano, hacia esta ciudad de Miami, trayendo las películas de la Revolución. Cuando regresó de ese viaje, el día 9 de enero, concurrió al campamento de aviación el día a 10, que es cuando sorpresivamente caen presos todos los pilotos bajo investigación. Comenzaron allí a tomarles declaración a todos los pilotos, porque se comentaba que iban a llevar a cabo una depuración. Eso fue hasta el día 5 de febrero. Entonces, ese día por la mañana, mi esposo llamó para que le avisaran a su hermano que los iban a trasladar para Santiago, para que compareciera ante el Tribunal Revolucionario. Nos trasladamos de inmediato a la aviación para que nos explicara cómo había sido el proceso. Pedimos que nos dejaran ver a nuestros esposos, las esposas que allí estábamos, así como las madres que también estaban presentes, pero cuando llegamos a donde ellos estaban, ya bajaban de un camión en el que los habían conducido y se disponían a subir a un avión.

P: “¿Qué gestiones hicieron en Santiago?”

R: “Nos dirigimos principalmente al clero, a monseñor Pérez Serantes, por cuanto él había prestado ayuda en una oportunidad al propio Fidel Castro. Nosotros le pedimos que tratara de que el juicio se aplazara. Y en esto tuvimos valiosa ayuda también del Padre Chabebe, que está ahora aquí en el exilio. Pero se me olvidaba un detalle que quisiera relatar. Estando en La Habana, cuando fuimos los familiares a indagar por qué estaban los aviadores presos, el Fiscal nos manda a reunir a todos los familiares y nos dijo: ‘que él iba a ser el Fiscal, que sabía que nosotros éramos las esposas y madres de los aviadores, mecánicos y artilleros presos y que, como familiares de militares, sabíamos que la pena de muerte era una cosa común, que a todos se les iba a fusilar, que no lloráramos porque no nos quedaba más remedio que aceptarlo así’. Después comenzó el juicio en Santiago. El proceso está totalmente grabado, toda esa prueba está en Cuba.”

P: “¿Presenció usted el juicio?”

R: “Todo el tiempo. La acusación contra mi esposo se basaba en el hecho de haber bombardeado a Sagua de Tánamo y todo porque se exhibía un papel en que constaba que había despegado de Columbia a tal hora y había aterrizado a tal otra. En el juicio quedó más que probado que Sagua de Tánamo no fue bombardeada, que la única víctima en Sagua de Tánamo había sido una niña que al tirar una caja con parque un avión de transporte, fue alcanzada en su casa. Sagua de Tánamo fue quemada por el Ejército de Batista y por el Ejército de Fidel. Allí se presentó un señor que decía tenía cinco balazos de calibre 50 en el pecho, una cosa excepcional.”

P: “¿Cuántos testigos más declararon?”

R: “No recuerdo su número, pero sí la declaración de un sacerdote que fue vejado por el Fiscal porque declaró a favor de los muchachos. El Fiscal le preguntó si consideraba que los aviadores eran criminales de guerra, por haber bombardeado la Sierra. Y él le contestó que no los consideraba así porque ellos bombardearon objetivos militares y se estaba en guerra. El Fiscal lo insultó, y le dijo que no era digno de llevar una sotana. Una señora que fue como testigo del Fiscal declaró que ella fue atacada y que pudo ver al aviador que cuando la atacó se reía. El Tribunal deliberó y como no hubo pruebas concretas -porque no las había-, ellos quisieron fabricarlas, pero no pudieron, no le quedó más remedio que absolverlos. Se enteró Fidel del fallo del Tribunal y produjo unas declaraciones diciendo que ‘el Tribunal había dictado una sentencia que no podía aceptar y que se iba a abrir una revisión del proceso’. Cuando comenzó el juicio de la revisión, el abogado Peña Justiz declaró que se había enterado de un hecho muy grave, y era que se había fallado ya por ese Tribunal y había ocho sancionados a la pena de fusilamiento. Ellos no pudieron dictar ese fallo gracias a los esfuerzos del Padre Chabebe, pero lo cierto es que tenían preparado ya el campo donde los iban a fusilar. Nosotros nos enteramos que habían sido condenados a treinta años un sábado por la tarde.”


Testimonio de ex-militar y aviador

P: ¿Podría usted relatarnos, concretamente, su participación en el juicio y sus consecuencias?

R: “De la antigua Fuerza Aérea de Cuba, habían huido hacia el exilio los pilotos más comprometidos con el régimen de Batista, quedando en servicio activo un grupo a quien Fidel Castro personalmente había exonerado de responsabilidad criminal, durante un acto celebrado en la ciudad de Camagüey en los primeros días del mes de enero. Sin embargo, después de un intenso periodo de propaganda, donde se hacía resaltar los hechos criminales por la Fuerza Aérea del dictador Batista contra la indefensa población civil, en particular la población campesina, fueron detenidos la mayoría de este grupo de pilotos, y sometidos a juicio revolucionario”.

P: “¿Puede usted describir cómo se desarrolló el juicio?”

R: “La acusación del fiscal se concretó al delito de ‘genocidio’, delito que no aparecía entre los comprendidos dentro de la Ley No. 1 de la Sierra Maestra, promulgada por el comandante Humberto Sorí Marín, Auditor General de las Fuerzas del Ejército Rebelde, quien fuera fusilado más tarde por el propio Fidel Castro, en 1961. El tribunal debía atenerse, parar juzgar, expresamente al texto de dicha Ley. El fiscal logró probar que la aviación de Batista, en general, había ocasionado ocho muertos y dieciséis heridos en la población civil y campesina, sin poder relacionar ninguno de dichos muertos y heridos con los vuelos realizados por los acusados, según los documentos capturados a la Fuerza Aérea de Batista. Al Tribunal en particular, le constaba que muchas de las bombas fueron arrojadas intencionalmente en ‘salvo’, es decir, utilizando el dispositivo de que dispone el piloto para poder arrojarlas sin que exploten, en un momento de emergencia. De estas bombas que no explotaban extraía el Ejército Rebelde el T.N.T. necesario para la fabricación de minas antitanques y demás artefactos explosivos que se construían para ser usados contra el Ejército de Batista. Después de una argumentación brillante por parte de la defensa, en la que prácticamente se puso en ridículo al Fiscal, al preguntar uno de los abogados de la defensa que cuál constituiría mayor delito de genocidio, si la posibilidad remota y no probada de que alguno de los acusados hubiese participado en los actos que condujeron a la muerte de ocho campesinos, o el fusilamiento indiscriminado de veintidós pilotos y mecánicos por la misma posibilidad remota y no probada, de que hubiesen participado en dichos actos, el Tribunal se retiró a deliberar.

El Tribunal, consciente de su responsabilidad y fiel a los principios que lo llevara a emprender la lucha contra la tiranía, por decisión independiente y unánime decidió absolver de toda responsabilidad a los acusados.”

P: “¿Cuál fue la reacción del fiscal al pronunciarse el fallo absolutorio?”

R: “El fiscal salió para una estación de radio con objeto de arengar al pueblo contra el Tribunal y los acusados, mientras un pequeño grupo de agitadores comunistas recorría las calles con el objeto de aglutinar una masa popular que protestara por el fallo absolutorio. Lo que no consiguieron.

Mientras tanto, el jefe militar de Santiago de Cuba, comandante Manuel Piñeiro, alias Barba Roja, dictaba órdenes para que el jefe de la custodia de los prisioneros acusados, capitán Pepín López, retuviese a los mismos y no los pusiese en libertad. El capitán Pepín López, hoy en el exilio, conserva copia de dicha orden.

Esa noche Fidel Castro se pronunciaba por la televisión en contra de la decisión del Tribunal, cosa que hacía desde su posición de Primer Ministro del Gobierno, cargo que ocupara después de la renuncia del doctor José Miró Cardona. A la mañana siguiente, el Tribunal era citado por la superioridad para que se presente ante el Estado Mayor conjunto en la ciudad de La Habana. Posteriormente, Fidel Castro constituía un nuevo Tribunal integrado por hombres de su absoluta confianza, con el objeto de condenar a los acusados. Este tribunal lo integraban los comandantes Manuel Piñeiro (Barba Roja), Belarmino Castilla (Aníbal), Carlos Iglesias (Nicaragua), Demetrio Montseny (Villa) y Pedro Luis Díaz Lanz. Este tribunal condenó a los acusados a 30 años de prisión.”

P: “¿Este tribunal se comunicó con los miembros del anterior tribunal?”

R: “No, se produce una transición. Pero el comandante Pena (Presidente del Tribunal que absolvió a los acusados) se queda unos días en Santiago de Cuba con el objeto de calmar su tropa que quería actuar contra los comunistas y yo regreso a la Fuerza Aérea en La Habana. Allí me entrevisto con el presidente Urrutia y le cuento lo sucedido, garantizándome él que tomaría medidas. Regreso a Santiago de Cuba, donde ya se realizaba la farsa del nuevo juicio y decido con Pena afrontar en Cuba cualquier situación. Volamos a La Habana, donde nadie nos cita para prestar declaración ante el Estado Mayor, y yo me hago cargo de la Jefatura del Grupo Táctico Mixto, cargo para el cual me habían designado. Pocos días después, a media cuadra de mis oficinas en la Fuerza Aérea, el comandante Pena aparece muerto en el interior de su automóvil con un balazo calibre 45 en el corazón, habiendo conversado minutos antes conmigo en mi oficina.”

P: “¿Cuál es su opinión sobre la muerte del comandante Pena?”

R: “Yo no he llegado a una conclusión sobre el caso. Los problemas de Pena eran ya de carácter político, él era un hombre que no tenía problemas personales. Él dejó una nota diciendo que su decisión era de carácter personal, que no se debía inmiscuir a la Revolución... pero esta pudo ser falsificada.”

P: “¿Cuál fue el comentario de Castro?”

R: “Fidel Castro se fue esa noche a un juego de pelota, ni él ni Raúl Castro fueron al entierro y ninguno de los dos envió un telegrama de condolencia a la madre del comandante Pena. A pesar de esto, el entierro de Pena en Santiago fue apoteósico. Allí el pueblo le quería mucho. Sin embargo, la prensa casi no comentó los hechos.”


Testimonio de un Religioso

P: “¿Puede usted decirnos la forma en que se condujo este juicio?”

R: “Los familiares de los aviadores visitaron al Arzobispo pidiendo clemencia para ellos. Como sabían que yo tenía mucha influencia entre los rebeldes, me pidieron que presenciara el juicio. El juicio fue perfecto en la primera fase, no así en la segunda.”

P: “¿En qué consistió lo que usted llama la primera fase?”

R: “Hasta que dictan sentencia absolutoria. La segunda fase, cuando el gobierno pidió la revisión de la sentencia.”

P: “¿Quiénes presidieron el Tribunal durante la primera fase?”

R: “Presidió al Tribunal el comandante Félix Pena, expresidente de la Juventud Católica, de la Santísima Trinidad de Santiago, y líder estudiantil. Los otros miembros eran el comandante Michel y el Dr. Parua, un abogado de Guantánamo. El Fiscal era Antonio Cejas, exdirigente de la Juventud Católica.”

P: “¿Usted recuerda de qué acusaban a los pilotos?”

R: “El Fiscal se metió en una cosa que no conocía, acusándolos de genocidio, con el fin de hacerse famoso internacionalmente, cuando él mismo admitió en el proceso que los pilotos habían causado la muerte de ocho personas y herido a trece durante el proceso de dos años de guerra.”

P: “¿Qué declaró el Tribunal?”

R: “La sentencia fue absolutoria y el Tribunal declaró que los hechos no se habían producido. Por tanto, el proceso fue normal en esa primera fase, sin embargo, hubo momentos en que el Fiscal para lucirse, mandó a prender a dos o tres testigos, teniendo que intervenir el Presidente y mandó soltarlos.”

P: “¿Qué ocurrió en la segunda fase?”

R: “La sentencia fue dada como la 6:30 p.m. Absolutoria. Cejas conversó rápidamente con Raúl Castro, porque Raúl estaba al tanto de todo el juicio y entonces retuvieron a los pilotos. Los familiares pensaron que los habían dejado en libertad. Después que conversó con Raúl Castro, el Fiscal Cejas se fue a la estación de radio CMKC para protestar, con el fin de soliviantar al pueblo y que se produjera (sic) contra la sentencia del Tribunal.

Con posterioridad a ese hecho los elementos del Partido Comunista iniciaron manifestaciones populares e hicieron declaraciones por la radio contra la sentencia y atacando al Tribunal. Horas después ya se conocía el criterio de Fidel Castro de que era necesario hacer un juicio de revisión. A los pocos días, otro Tribunal, presidido por el comandante Manuel Piñeiro, inició otro juicio, siendo nombrado Fiscal el entonces ministro de las Fuerzas Armadas, Augusto Martínez Sánchez, enviado especial de La Habana a ese efecto. En esta segunda etapa, la presión creada sobre los defensores por las turbas preparadas al efecto y llevadas al acto del juicio de revisión, era mucho mayor. El Fiscal Martínez Sánchez se dedicó virtualmente a injuriar a los letrados defensores. El defensor, Dr. D’Acosta, tuvo que retirarse por las injurias que este le dirigía mientras que el Tribunal permanecía impasible. Durante el proceso los abogados tuvieron conocimiento de que se pretendía fusilar a ocho de un total de alrededor de treinta, entre oficiales y mecánicos. Esto fue hecho público por el doctor Peña Justiz y tal vez salvó la vida a esos ocho individuos, pues su denuncia desconcertó al Tribunal que no pudo dictar sentencia de fusilamiento. Cuando terminó el juicio, a pesar de que las sentencias de esos tribunales se dictaban en minutos, el tribunal no dictó sentencia y pasaron varios días antes de que se hiciera público el fallo, el que nunca se comunicó a los abogados defensores.”

P: “¿Puede decirnos algo en relación con los mecánicos acusados conjuntamente con los pilotos?”

R: “Sí, al parecer estos fueron llevados al juicio como simples testigos, más tarde presentados como acusados y luego condenados.”


Al centro y con gorra militar, el comandante Felix Lugardo Pena, cuando presidía el primer Tribunal Revolucionario que absolvió a los acusados. / Foto: Bohemia, Ed. Marzo 15 de 1959.

Testimonio de un abogado y notario

P: “¿Presenció usted el juicio de los aviadores celebrado en Santiago de Cuba en 1959?”

P: “Sí.”

P: “¿Cómo se desarrolló allí el derecho de defensa?”

R: “Los abogados habían sido coaccionados públicamente por críticas dirigidas específicamente por Castro y otros funcionarios del Gobierno a través de toda la poderosa maquinaria de propaganda comunista. En relación con el caso concreto de los aviadores, recuerdo que ellos fueron absueltos por el Tribunal de instancia. Sin embargo, no podrían ser puestos en libertad por una orden directa que envió Castro, diciendo que esos señores no podían ser puestos en libertad, pues eran criminales. El Dr. Arístides D’Acosta, que fue uno de los abogados que defendieron brillantemente a los aviadores, como consecuencia de esa actuación favorable a estos, fue separado de su cargo y perseguido, como para que sirviera de ejemplo a futuros defensores de cualquier individuo señalado como no partidario de Gobierno.”

P: “¿Qué otras persecuciones usted recuerda de tipo colectivo por los abogados de Santiago de Cuba?”

R: “Refiriéndome precisamente al caso de los aviadores, al tener conocimiento el Colegio de Abogados de Santiago de Cuba de la negativa de poner en libertad a los aviadores absueltos, protestó, lo cual produjo críticas directas del mismo Castro. Algún tiempo después se presentó en nuestro Colegio un grupo de abogados partidarios del Gobierno (aproximadamente ocho o diez) para exigir la renuncia de todos los miembros del mismo, contestándoles que no había razón para tal cosa, pues nosotros habíamos cumplido nuestro deber cabalmente. Más tarde volvieron al Colegio. En esta oportunidad nos amenazaron con denunciarnos ante la opinión pública como contrarrevolucionarios y malos cubanos. En esta circunstancia presentaron su renuncia todos los miembros de la Junta menos el exponente, desde cuyo momento quedé señalado como contrarrevolucionario, siendo mi casa registrada en tres o cuatro oportunidades sin la debida orden judicial, haciéndose el registro por la fuerza, teniendo que sufrir todo tipo de vejaciones.”

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