Un regalo de fin de año para los cubanos, parido por la Asamblea Nacional en la nueva Ley de Salud pública, es el reconocimiento oficial del derecho de los nacionales a tener una “muerte digna”. Tras sesenta y cinco años de revolución, el cinismo revolucionario no pierde su personalidad y reconoce el derecho de los ciudadanos a morirse, en lugar de reconocerles, y ayudarles a alcanzar, una vida digna, en libertad y prosperidad.
En todo el mundo este acto se conoce como eutanasia, que es la intervención de un médico para provocar la muerte en una persona con su consentimiento -al menos en teoría, pues en la práctica puede ocurrir otra cosa. Pero en las mentes “revolucionarias” el término eutanasia no suena bien. En el artículo 159.1 de la Ley de Salud se le describe como el “ejercicio de las determinaciones para el final de la vida”, o también “procederes básicos que finalicen con la vida de una persona” (159.5).
En el mismo apartado se anuncia una nueva ley que regulará cómo los médicos darán fin a la vida de los candidatos, y hasta entonces no sabremos sí tendrán el coraje de llamar al proceso por el nombre aceptado internacionalmente. No es nueva la “creatividad” lingüística para desvirtuar la realidad, pues es el mismo espíritu perverso que prefiere llamar “preso contrarrevolucionario” a un ciudadano enviado a prisión por sus ideas políticas; “deambulante crónico” a un mendigo o una persona sin casa. Por cierto, para confirmar el nivel de aprecio que se tiene por el lenguaje, y para ser consecuentes con el principio de “no pienso, luego insisto”, en su discurso de presentación de la nueva ley, el ministro de Salud no puede evitar una evocación de Fidel Castro y le llama “salubrista (Sic) mayor”. ¡¿Salubrista?! La Real Academia de la Lengua debiera tomar nota.
Pero volviendo al tema en cuestión, no está claro cuáles son las razones válidas para su implementación, o si se han considerado todas las opiniones expertas. De acuerdo con la ley aprobada, se aplicaría a “personas con enfermedades crónicas degenerativas e irreversibles, con un sufrimiento intratable, que se encuentren en fase agónica o terminal de vida o que hayan sufrido lesiones que los coloquen en esta condición”. Ahí caben muchas cosas, y “sufrimiento intratable” puede ser, en la Cuba de hoy, una enfermedad curable pero dolorosa, para la cual el sistema de salud no tiene tratamiento. Una enfermedad mental puede ser crónica, degenerativa e irreversible, pero no terminal; si se trata de enfermos mentales solos, ¿se aplicarán “los procederes básicos que finalicen” con su vida?
Todavía se recuerdan las imágenes dantescas de los veintisiete enfermos fallecidos de hambre y de frío en el Hospital Siquiátrico de La Habana en el año 2010, cuando la eutanasia no era ley. La eutanasia no es un logro, si no más bien un fracaso cuyas víctimas principales son los más vulnerables.
El prestigioso Dr. Calixto Machado, presidente de la Sociedad Cubana de Neurofisiología Clínica, ganador de numerosos premios nacionales e internacionales -incluido el premio de la Academia Americana de Neurología-, en el año 2018 declaraba en el programa de la televisión cubana Pasaje a lo desconocido[1]: “Para nosotros los médicos, por juramento hipocrático y por la formación de la medicina nos es muy difícil pensar siquiera, que vamos a aplicar una medida con la cual vamos a terminar bruscamente con la vida de ese paciente terminal o darle una tableta que sea una dosis letal y decirle: ‘mire esto, cuando usted se toma esta tableta, usted va a fallecer’ […] Dicen que la muerte digna... no, nosotros defendemos una muerte digna, sí... pero una vida digna también […] se aprueba (la eutanasia)… ¿cuántos médicos serían capaces de aplicar este procedimiento? […] Hay un punto que no debo dejar de decir, la legalización de la eutanasia… va a dejar cabos sueltos para la delincuencia […] Un viejito que viva con unos familiares... con una herencia grande y cáncer de próstata, pudiera ser que ellos lo hacen firmar y es para ganar la herencia… Eso se ha dado en muchas partes del mundo, por supuesto, creo que en nuestro país sería una rareza, pero existe. La legalización de estos dos aspectos, la eutanasia o el suicidio asistido, puede dejar muchos cabos sueltos para la delincuencia.”
La nueva Ley de Salud cubana deja abierta tal posibilidad. En su Sección Segunda sobre Consentimiento informado, en el artículo 131 se indican las excepciones en que se puede ignorar el consentimiento de la persona si: “c) la persona está impedida de tomar decisiones, en cuyo caso el derecho corresponde a la persona por él designada de forma previa, apoyos, familiares u otras personas afectivamente cercanas que así se determine” ( sin aclarar quién determina); y “d) cuando no existen personas afectivamente capacitadas para adoptar decisión.” Bastante ambigua la aclaración; en caso de no haber personas capacitadas, ¿la decisión estará en manos de los médicos? La decisión última siempre estará en manos de los médicos, pues si una persona pide la eutanasia, se supone que haya una evaluación previa realizada por médicos que deciden sí o no.
No parece que los criterios del muy reconocido Dr. Calixto Machado, quien ha sido incluso consultado en otros países para determinar muerte cerebral de pacientes, hayan sido considerados. Fue el Dr. Machado quien, en el año 2016, evitó la desconexión y muerte del artista español Luis Eduardo Aute, tras estar dos meses en coma como resultado de un infarto cardíaco. Es posible que esto lo ignoren muchos de quienes aprobaron la ley, pues ni siquiera en Ecured, la enciclopedia en internet del gobierno cubano, se incluía una minúscula reseña del Dr. Calixto Machado al redactar este texto.
Queda por ver qué sucederá en la práctica. En un país donde el índice de suicidio es alto y en el que muchas personas mueren a la espera de su turno para una cirugía que les permitiría tener una vida digna; donde no hay materia prima para producir medicamentos básicos, como una aspirina, ¿habrá lo necesario para producir las dosis necesarias de medicamentos que provoquen la muerte? ¿O habrá una lista de espera?
Más allá del respeto a la libertad de cada persona para tomar una decisión tan trascendental, o de los cuestionamientos éticos que provocan la promoción y aprobación de esta ley en Cuba, lo que resulta incoherente en el contexto actual de escasez de alimentos, medicamentos, higiene, energía, viviendas, etc., etc., es que se reconozca el “derecho a una muerte digna” a los mismos ciudadanos a quienes se les ha negado, y se les niega, de iure y de facto, el derecho a una vida digna. Aunque, visto desde la perspectiva de quienes encabezan el gobierno cubano, alejados placenteramente de la tragedia nacional que han creado, sí se corresponde con el enfermizo culto revolucionario a la muerte -de otros, evidentemente.
Muy buen articulo, don Orlando!
Pero el propio Dr. Calixto Machado, a quien citas, parece hacer una distinción entre la eutanasia y el suicidio asistido...
Y a mi, humildemente, me pareció admirable y valiente, por ejemplo, la forma en que Carlos Alberto Montaner decidió terminar sus días entre nosotros.