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LA DESPÓTICA METAMORFOSIS

Foto del escritor: Orlando MárquezOrlando Márquez

Dicen que tras leer la carta manuscrita que le enviara el cardenal Jaime Ortega, donde denunciaba el acoso contra las Damas de Blanco durante dos domingos seguidos, Raúl Castro pidió le trajeran los videos grabados de aquellos “actos de repudio”, no vistos en Cuba pero sí en medio mundo, revolucionariamente ejecutados en el parque frente a la iglesia de Santa Rita, en el barrio Miramar de La Habana. No creo lo haya visto todo. Imposible. El domingo 18 de abril de 2010, las mujeres permanecieron rodeadas durante siete horas por una turba convocada para defender la Revolución, cuyos participantes se turnaban para tomar agua y descansar la garganta y así poder regresar y continuar con los insultos, ofensas y burlas. El domingo 25 el “acto” se repitió, aunque solo por cuatro horas, con las mismas ofensas e insultos vulgares, tanto racistas como sexistas. Ellas resistieron todo.

Al terminar de ver las imágenes en compañía de sus colaboradores, Raúl Castro habría dicho que, si la Revolución necesitaba de ese tipo de gente y de aquellos métodos para defenderse, estaba bien… fastidiada. Si alguien quiere aclarar o desmentir la anécdota, sería un aporte a la verdad. Pero la conclusión atribuida al general tiene una fuerza lógica muy aceptable. No sé lo que pensará Raúl Castro hoy al ver que la Revolución que él y otros hicieron, que costó realmente tanto sacrificio, dolor y sangre y en la cual tantos pusieron su confianza, se vea obligada a defenderse del mismo pueblo al que prometió cuidar y hacer feliz de una vez por todas, y para ello acuda no solo al vulgar “acto de repudio”, sino a la golpiza brutal del policía con tonfa y bota militar de punta reforzada, a las balas de los uniformados y al abuso de las leyes injustas. Quizás ni intente pensar en eso. Ya no es un grupo de mujeres que protestan, sino un sector amplísimo de la población cubana que desfiló por calles rotas, barrios en ruinas y acumulaciones de basura, con hambre y ropas raídas: puro pueblo. Algo no puede estar bien en la mente, por no hablar del alma, de quienes desprecien de tal modo las demandas ciudadanas, o las sugerencias de los economistas y los expertos sociales que llevan tiempo alertando sobre las consecuencias de la parálisis de las reformas que el país necesita. Mucho se habría evitado si las promesas se hubieran cumplido, si se hubiera aprovechado la oportunidad que ofreció el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, si se hubiera permitido la expansión de un naciente capital nacional generador de riquezas y liberado la capacidad productiva del campesino cubano, tantas veces maltratado y engañado. Incluso el incremento de las restricciones económicas ordenadas bajo el mandato de Donald Trump, reales y agregando más peso sobre el cubano ordinario, hubieran sido menos dañinas de haber avanzado más internamente fortaleciendo la economía con propuestas que llevan años engavetadas. Si en un momento pareció que la ideología era más importante que la economía, la desnudez ideológica evidencia la crudeza de un vulgar ejercicio arbitrario del poder, autoritario y dictatorial, más importante que el progreso de los ciudadanos y la necesaria creación de riquezas. Como si ser rico fuera peor que ser un burócrata incapaz y corrupto. Las prácticas dictatoriales se van haciendo más evidentes, y con el tiempo, más absurdas e irracionales. Obviamente, quien tiene el control de todo tiene siempre capacidad de maniobra. De ahí lo de permitir ahora, después de las protestas, las importaciones privadas sin aranceles, la reiterada promesa de implementar las pequeñas empresas, culpar a los burócratas subalternos y tal vez otras medidas a cuenta gotas para intentar aplacar los ánimos y disminuir la presión cuando no hay válvula de escape hacia el exterior. Pero una vez probado su potencial y fuerza, las exigencias populares deberán continuar. Tal vez así se irá moviendo el futuro: presiones desde abajo y reacomodos desde arriba, donde continuadores y reformistas -que sí los hay- disputarán cada vez más el espacio de acción. Quién prevalecerá está por ver, pero una de las mayores revelaciones de estas protestas es que para muchísimos cubanos, especialmente los más jóvenes, quienes gobiernan hoy no se han ganado ni merecen su respeto. Ahora está por ver qué ocurrirá con los cientos de detenidos. Si fueran acusados de “criminales” por salir a protestar en la pandemia, o de incitación a la violencia, hasta el mismo Miguel Díaz-Canel debiera ser sentado en el banquillo. Su llamado a los “revolucionarios” y a los “comunistas” -aunque está claro que no todos los “revolucionarios” y “comunistas” piensan como él- a combatir en la calle y enfrentar a los enemigos y revolucionarios confundidos, o convocarlos días después a una concentración masiva estilo matutino pioneril para leer un discurso que intentaba corregir su llamado anterior a la violencia, es un acto mucho más irresponsable y grave por venir de quien debiera ser el máximo garante de la vida y salud de los ciudadanos. Las divisiones internas se han incrementado y las consecuencias epidemiológicas se verán pronto, aunque no se publiquen. Ni qué decir de las turbas vestidas de civil calzando botas de militar y garrote en mano dando golpes. O los largamente entrenados “boinas negras” o “avispas”, invitados a dejar la colmena donde su cuerpo y mente fueron alimentados y programados por años, anticipación a la explosión popular que ocurriría en cualquier momento, porque toda dictadura sabe que las amenazas internas son más peligrosas que las externas. El embargo bloquea el poder adquisitivo del gobierno cubano, pero no le impide armar, entrenar, alimentar, equipar y sostener un ejército de represores. ¿La ley será igual para todos? Aquí es bueno recordar el último Informe de representantes del gobierno cubano ante el Grupo de Trabajo sobre el Examen Periódico Universal, del Consejo de Derechos Humanos, que sesionó del 7 al 18 de mayo de 2018. Cualquier país edulcora sus informes, pero este fragmento queda hecho trizas con los actos represivos del once y doce de julio pasados: "Sobre el Derecho a la vida 16. La legislación penal prevé sanciones severas para las conductas que atenten contra la vida e integridad física de las personas. La responsabilidad penal se agrava cuando dichas conductas son el resultado de un abuso de poder o autoridad, se aprovecha el estado de indefensión de la víctima o son cometidas por un funcionario o agente público. 17. El Estado ha tomado las medidas necesarias para impedir la ejecución de actos proscritos en las Convenciones contra la Tortura y las Desapariciones Forzadas, por considerarlos un ultraje a la dignidad humana y una violación de las normas nacionales e internacionales en la materia".[1]


Pocas veces, en la era moderna, la humanidad ha tenido la oportunidad de ver las consecuencias de un poder tan prolongado y mal ejercido, fragmentador y destructivo, capaz incluso de disolver sus propios éxitos en el ácido de la barbarie y el abandono. Y aunque no hemos visto todo, al menos ha quedado visible la despótica metamorfosis de revolucionarios a reaccionarios. Quienes han detentado y detentan el poder en nombre de la Revolución, la han contaminado con su egoísmo, su negación del otro e incapacidad comunicacional y por tanto creativa, porque dejaron de percibirla como un fenómeno social compartido y la asumieron como un privilegio personal.

Es esa metamorfosis, la del revolucionario auto-convertido en contrarrevolucionario como consecuencia del apego vicioso al poder, la más absurda contrarrevolución y causa de las recientes protestas en Cuba.

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