10 de julio de 2012
Mami:
Esta nota que te escribo es para que hagas una denuncia que suene, hoy el mayor Dennis, jefe del 47 me obligó por la fuerza para pelarme. Me pelaron al bajo completo, y el mayor dijo verbalmente que si yo me resistía al pelado que me redujeran a la obediencia, lo cual quiere decir “darme golpe”. Maikel y yo automáticamente rechazamos el alimento, al rato nos sacaron a Maikel y a mí para la oficina, allí se encontraba la guarnición completa, a Maikel y a mi nos tenían encadenados a la cintura, allí dicho Mayor expresó verbalmente que nosotros éramos unos equivocados, que él iba a dejar que nos muriéramos, que nos iban a hacer talco, que él no creía en dama de blanco, ni en la seguridad del estado […], que no nos iba a dar terreno, ni teléfono, ni pabellón, ni nada extra, que él a nosotros nos iba a hacer tierra, nos amenazó con separarnos uno para el pasillo y el otro para el 3 […]
El guardia que me llevó a pelarme, se llama Héctor, cuyo guardia le dijo al mayor que se despreocupara, que él iba a cumplir sus órdenes, este guardia dijo que nosotros le habíamos faltado el respeto, lo cual es mentira […], este guardia anda con un bisturí y una pata de tijera, armas que debe de haber botado porque Maikel se lo gritó.
Mami, queda claro que nosotros no podemos estar en este lugar con ese Mayor, por lo que le dices a la seguridad del estado que ahora somos nosotros los que no queremos ni visita, pabellón, teléfono, terreno, y sol, hasta que nuestra situación se arregle de una vez y por todas como es debido […]
Tus hijos que te quieren
Harold y Maikel
No conocí a Harold ni a Maykel, sancionados en la causa 17/2003 a cadena perpetua, pero sí conocí a Julia Estrella Aramburu, destinataria de esta carta, madre de Harold y tía de Maykel. Leo en mis notas de archivo que me visitó el 6 de diciembre de 2010, en mi oficina del arzobispado, junto a Nancy Pérez Avila y Ana Rosa Ledea, madre y hermana de Wilmer Ledea Pérez, sancionado en la misma causa a treinta años de cárcel. Venían buscando la mediación de la Iglesia ante las autoridades en favor de sus familiares presos. No los olvido. Tampoco olvido a Estrella, ya fallecida.
La causa conocida como 17/2003, se refiere al juicio contra los acusados en el fallido intento de secuestro de la lancha “Baraguá” para desviarla hacia Estados Unidos. Ellos tres, acompañados por Yoanny Thomas González, Ramón Henry Grillo, Enrique Copello Castillo, Bárbaro L. Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, con un arma de fuego y un cuchillo, fueron responsables del malogrado secuestro ocurrido el 2 de abril de 2003, que comenzó en el atracadero ubicado entonces en la Avenida del Puerto y frente al castillo de la Real Fuerza, y terminó en el puerto del Mariel al oeste de La Habana, sin muertes ni heridos, y la captura de todos. ¿Cómo olvidarlo?
El juicio se consumó el 8 de abril. Yoanny y Ramón también recibieron condena perpetua. Pero Enrique, Bárbaro y Jorge Luis, fueron fusilados al amanecer del 11 de abril, aunque a sus familiares les habían dicho la tarde anterior que podían llevar al día siguiente jabón, cepillo y pasta de dientes, porque serían llevados a prisión. ¿Cómo no recordar los gritos delirantes de aquella madre, sentada frente al cardenal Jaime Ortega en la galería del arzobispado, clamando por el hijo arrebatado para siempre entre la mentira y el sadismo? Yo la recuerdo.
También conocí a las madres y familiares de José Angel Díaz Ortíz, Laudis Arce Romero, Francisco Reyes Rodríguez, Jorge Luis Pérez Puerto, Lázaro Ávila Sierra, Daniel Gainza Leiva, Fidel Francisco Rangel Sánchez y Boldanis Zulueta Ramos. Pocos días después del fracasado secuestro de la lancha de Regla, el 10 de abril, ellos atacaron por sorpresa, y desarmaron, a un joven recluta en Isla de la Juventud. Con el fusil AK-47 arrebatado pensaban secuestrar un avión y desviarlo a Estados Unidos.
Fueron interceptados antes de entrar al aeropuerto, nadie resultó herido. Los cinco primeros recibieron cadena perpetua, los tres últimos recibieron sanciones de veinte, veinticinco y treinta años respectivamente, pero se beneficiaron con la excarcelación y salida posterior a España en 2011. Los demás continuaron su cadena perpetua, a pesar de haber firmado un papel que les presentaron agentes de la Seguridad del Estado (SE) en septiembre de 2010, por el cual aceptaban y se comprometían a viajar también a España. Yo los recuerdo.
Culpables de un delito grave sí, ellos y sus familiares lo sabían. ¿Merecedores de tales sanciones? No. Ellos, sus familiares, nosotros y hasta los mismos jueces lo sabíamos. Ojalá hubieran tenido un mínimo de éxito los informes que enviábamos a las autoridades pidiendo clemencia en nombre de sus familiares. Ojalá hubiéramos podido hacer más por ellos. La impotencia y una memoria frustrante viven conmigo todavía hoy. Yo los recuerdo.
La sentencia que recibieron no guarda proporción con sus delitos. Su falta no fue mayor que la de aquellos que asaltaron cincuenta años antes el cuartel Moncada, en nombre de la justicia y de José Martí, para derrocar a una dictadura brutal. Aquel acto generó decenas de muertos y heridos, incluidos civiles, y terror en las calles de Santiago de Cuba en tiempos de carnaval. El mayor responsable, Fidel Castro, fue sancionado a quince años; le siguió una sanción de trece años para varios de los atacantes, como Raúl Castro; un número mayor recibió sanción de diez años, entre ellos Ramiro Valdés Meléndez; otro grupo menor fue sentenciado a tres años.[*] Y todos fueron amnistiados apenas dos años después. Muertes extrajudiciales aparte, que sí las hubo durante aquella dictadura de Fulgencio Batista, la justicia penal practicada entonces era sin dudas más benévola que la justicia impuesta después en la nueva dictadura que la reemplazó y aún pervive.
Esta Navidad pediré de modo especial al Dios que nace por todos ustedes, hombres que viven una muerte lenta porque intentaron emigrar de un modo desesperado. Pediré por ustedes y por tantos que continúan sufriendo la prisión injusta. Yo los recuerdo.
Esta Navidad pediré de modo especial al Dios que nace por sus familiares que ya no están y los que aún están, condenados también, de otro modo, en una espera sin límites que sabe de la oscuridad, enfermedades, maltrato físico, degradación y espanto que viven sus seres queridos. Yo los recuerdo.
Pero rezaré también por vuestros captores, por quienes mantienen el castigo injusto. Lo hacemos cada domingo en misa, pero en esta ocasión pediré para que tengan el coraje de reconocer y cambiar lo evidente: la injusticia deshumaniza a las víctimas, y mucho más a quienes la practican. Yo los recuerdo.
Una estrella iluminará la noche más oscura. Dios nace para todos, y la justicia divina invita a la justicia en la tierra. Yo lo recuerdo, no puedo olvidarlo.
[*] Revista Bohemia, Año 45, Nº 44, 1º de noviembre de 1953, sección En Cuba, págs. 79-80.
Saludos, medida extrema pero ejemplarizante para q no ocurriera jamás.