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Foto del escritorOrlando Márquez

UN DIA

Actualizado: 21 nov 2023

“Tenemos que construir heroica y creativamente el socialismo del siglo XXI en Cuba -dijo el designado presidente a la periodista de la Mesa Redonda durante una conversación publicada semanas atrás en el diario Granma. Pero si no fue posible construir el socialismo en el siglo XX, cuando ser socialista estuvo de moda en el mundo y la ayuda de la desaparecida Unión Soviética hacia Cuba, por simpatía o por estrategia geopolítica, no tenía límites, y buena parte del tercer mundo tenía sus esperanzas puestas en la revolución cubana, pareciera que el discípulo actual se considera superior al fallecido maestro.

Digo esto porque el propio Fidel Castro llegó a reconocer, precisamente ante un periodista norteamericano y estando ya retirado, que el modelo socialista no funcionaba ni para Cuba, menos para otros (https://www.theatlantic.com/international/archive/2010/09/fidel-cuban-model-doesnt-even-work-for-us-anymore/62602/). Mientras Raúl Castro admitió ante el papa Benedicto XVI que el marxismo no era ya solución (de esto no puedo referir una fuente pública, pero lo sé).

De modo que el heredero de turno manifiesta una fe enorme en un “socialismo cubano” que estaría por lograrse -ahora sí- e insiste: “… lo vamos a lograr Arleen, ¡un día lo vamos a lograr!”

Pero la periodista no pregunta cuándo será ese “un día”, o a qué posible segmento de tiempo próximo -aproximado- puede referirse la expresión. No parece interesarle, pero ella sí sabe. No es que sepa cuándo será ese “un día”, obviamente, si no que sabe que él no sabe nada, ni tiene la menor idea de por qué se puede decir, tan alegremente, semejante falsedad a un pueblo que escuchó durante cuatro generaciones acerca de promesas heroicas incumplidas.

Tampoco lo supieron Marx ni Engels, ni Lenin ni Stalin, ni Mao Sedong ni Kim Il Sung, ni Fidel Castro ni el Che Guevara.

Como alguien que ha leído muchos textos y no es capaz de interpretar la realidad de este mundo, el responsable actual de lo que sucede en Cuba regurgita sin cesar un discurso ajeno y anacrónico, propio de un espíritu errante y dicho para un público que ya no existe. Al mismo tiempo, con la energía de un adulto que no renuncia a ser pionero destacado, fiel al manual-de-usuario del mando recibido, va desgranando sin el más mínimo pudor delirios y narrativas fantásticas, la síntesis caricaturesca de un marxismo fantasmagórico, su original y propio pujo ideológico.

Si al menos entendiera el socialismo como socialización de la autoridad y la responsabilidad, de la economía y de la creación humana, de la producción y sus resultados, si no fuera solo derecho exclusivo de un grupo en el poder, pudiera considerarse qué se pretende con eso del socialismo del siglo XXI.

Pero no puede ser. Ni podrá ser porque la palabra libertad no aparece en la ecuación. Si el señor Díaz-Canel habla de un socialismo del siglo XXI inspirado en los clásicos de los siglos XIX y XX que él se complace en estudiar, entonces no habrá libertad, ni creatividad, ni prosperidad, solo pobreza y opresión.

El revolucionario ruso Lenin, en su libro El Estado y la Revolución (1917), gustaba citar a Federico Engels para afirmar que, solo eliminando a los capitalistas por la violencia y la represión, “desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad”.

Cuando el socialista español Fernando de los Ríos le preguntó a Lenin sobre cuándo podría pasarse de ese paso transicional represivo de los capitalistas, a un espacio de libertad plena para los sindicatos, la prensa o los individuos, Lenin ni siquiera dijo “un día”, si no que respondió con la verdad del marxista revolucionario: “Nosotros nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado” (Mi viaje a la Rusia Soviética, 1921).

Cuando las “clases sociales” que justificaban aquellas revoluciones han desaparecido, y el proletariado y los campesinos son reducidos a meros ciudadanos obedientes de dirigentes burócratas, mientras el estado “socialista” no tiene nada que ofrecer, ni hay producciones ni bienes para socializar, y la unidad revolucionaria se fue, también, a bolina o a otros países, habría que replantearse todo el esquema. Pero no quieren hacerlo, porque significaría la desaparición de la “clase dirigente”, su poder y su control. Y esta antigua “clase dirigente” ya no es más que un grupo que también lucha por sobrevivir, porque la pérdida de poder no pone en riesgo ningún socialismo, sino su propia vida y existencia.

Esa es la única razón para usar la misma represión, y peor si fuera necesaria, que critican en otros gobiernos. Lo justificarán como defensa de la unidad revolucionaria, pero es en realidad defensa del propio grupo, como en cualquier dictadura que cree merecer el poder.

Pero no es cierto que la historia esté definitivamente escrita y haya absuelto a los culpables. Su escritura se hace cada día y cada uno ocupará el lugar que le corresponde, un día.

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